Cuando me muera levanten una cruz de marihuana,
con diez botellas de vino y cien barajas clavadas,
al fin que fue mi destino, andar en las sendas malas.
En mi caja de la esquina, mis metrallas de tesoro,
gocé todito en la vida, joyas, mujeres y oro,
yo soy narcotraficante de la rifa por el polvo.
Sobre mi tumba levanten una cruz de marihuana,
no quiero llantos ni rezos, tampoco tierra sagrada,
que me entierren en la sierra con lobos de mi manada.
Que esa cruz de marihuana la rieguen finos licores,
siete días a la semana, y que me toquen mis sones,
con la música norteña, ay, canten mis canciones.
Que mi memoria la escriban con llanto de amapola,
y que con bala se diga la fama de mi pistola,
para gallos en mi tierra, la sierra es nuestra gloria.
Sobre mi tumba levanten una cruz de marihuana,
no quiero llantos ni rezos, tampoco tierra sagrada,
que me entierren en la sierra con lobos de mi manada.
El texto reproducido se ha extraído del libro «Muertes violentas: la teatralización del exceso», de Elsa Blair Trujillo, sin que se le atribuya autor. Hay pequeñas variaciones en la letra según quien la interprete (youtube).
Fabuloso Imaga.
Retrata un hombre valiente, sin miedo a ser enterrado en la Sierra en vez de lugar santo. Un hombre que vive en la montaña largos periodos, junto a otros narcos, cultivando marihuana. Toca un montón de dinero con el contrabando, es un hombre muy próspero. Le gusta el vino, las mujeres, hacerles regalos a las chicas. Sabe defenderse con armas en la selva.
Ama la marihuana, ha sido su principal fuente de ingresos y le encanta fumarla.
¿Sabes lo que te digo Imaga? Que descanse feliz y en paz este hombre, con su cruz de marihuana. Gracias. E.
Me alegra que también te guste. Que descanse en paz, con lobos de su manada, bien integrado en la naturaleza y en una comunidad poderosa y solidaria.