L@M/ A la inseguridad jurídica generada por la prohibición de vender marihuana legalmente, se suma el daño a la salud que causa tal medida. Por una parte, las dificultades con que tropieza la ciencia para investigar y aplicar conocimientos que alivian dolencias y curan enfermedades. Por otra, la ausencia de controles fitosanitarios sobre un producto que consumen millones de personas en el mundo que impide garantizar que el cannabis sea de buena calidad y seguro para su uso.
La Fundación Canna, presente en Growmed el pasado fin de semana con el lema «porque todos tenemos derecho a saber lo que consumimos», dispone de un laboratorio donde se realizan diferentes tipos de estudios y análisis, en particular sobre su contenido en cannabinoides y posibles contaminantes microbiológicos (hongos y bacterias) y químicos (pesticidas). El servicio se ofrece a universidades, clubes de consumidores y bancos de semillas, no a particulares. El 85% del cannabis analizado ha mostrado presencia de microorganismos, alguno de los cuales puede entrañar riesgos para la salud del consumidor.
Quienes más se exponen son aquellas personas con problemas inmunológicos o sensibles a algunas toxinas producidas o presentes en los microorganismos. Especialmente en el caso del cannabis medicinal es necesario que se analice y se desinfecte bactereológicamente la marihuana.
Así lo defendió la Asociación Nacional de Pacientes Usuarios de Kannabis asociados (PUKA), cuyos miembros, a falta de regulación oficial, apuestan por una auto-regulación de los interesados. Explicaron a los asistentes a las conferencias de Growmed cómo, mediante un proceso de ozonificación tras la cosecha, desinfectan de hongos, virus y bacterias el cannabis que van a consumir sus usuarios.