L@M/ La prohibición de vender determinadas sustancias es una convención tramposa que se ha impuesto mediante chantajes y engaños que se continúan empleando para quitarse de en medio activistas, disidentes, competencia comercial y para publicitar el falso éxito de la lucha contra la droga.
La mujer de Frank Cuesta lleva más de quince días encarcelada por posesión de 0.005 gramos de cocaína, víctima de una trampa por parte de las autoridades del país asiático. «Durante mucho tiempo hemos denunciado aquí lo que se hace con el tráfico de animales y llevamos casi 4 años siendo amenazados. La primera amenaza vino directamente desde la embajada de Tailandia en Madrid. Ahora esas amenazas se han cumplido», explica el popular presentador conocido como Frank de la Jungla.
«El embajador de Tailandia en Madrid no estaba muy contento con el programa porque había veces que mostraba cosas que no debería (como mercados ilegales). Me dijo que eso me podría traer problemas en el futuro y que pensase en mi familia….», denuncia el activista español.
«Yo supongo que terminaré en una zanja con un tiro en la cabeza, lo cual no me importa si consigo que mi mujer y mis hijos puedan estar juntos», le comenta por correo Frank al expresidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, quien ha remitido una carta intercediendo por él al ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García Margallo (1).
«Yuyee es tailandesa. Madre de españoles y mujer de Español pero aun así no tiene ningún derecho en ese sentido. La embajada Española legalmente no tiene ningún poder para ayudar» (2). Es la excusa que la administración española, que practica las mismas trampas que la tailandesa, le ofrece a Frank Cuesta.
Antecedentes similares en España
Porque en materia de drogas y corrupción, el Gobierno de España está tan desarrollado como el Tailandés, solo que es menos rácano en la simulación de pruebas, a pesar de que la legislación española no permite preparar trampas la finalidad de detener personas (ya que supone organizar un delito).
Gracias a la actual política de drogas y a sus rutinas, cualquiera puede verse en una encerrona, como es el caso del propietario de un bar al que le escondieron varios kilos de hachís tras la máquina tragaperras para denunciarlo a continuación. El responsable fue el dueño de otro establecimiento en competencia (3). En este caso, como no hay funcionarios implicados, la cosa se resolvió. Pero si, como es habitual, sí son los incitadores, el asunto se complica.
Los funcionarios españoles no simulan que le encuentran a alguien cinco miligramos cocaína. Directamente, meten miles de pastillas de éxtasis en sus bolsillos, le capturan, falsean el atestado policial y publicitan la operación como un gran éxito de la lucha contra la droga (4). Les protege el propio Gobierno. Cuando los jueces investigan estos casos, es la administración la que se hace cargo de los gastos de la defensa y de las fianzas (5).
A Antonio Escohotado ya le tendieron una celada en los años ochenta por defender en el programa La Clave que «la prohibición estimula no ya el tráfico de drogas (convirtiéndolo en sustanciosísimo negocio a todos los niveles), sino el mero consumo, además de la intoxicación por sucedáneos no menos tóxicos». Ello originó un enfrentamiento con el portavoz de la policía asistente al programa.
Fue detenido en febrero de 1983 en Ibiza, en lo que el profesor siempre ha denunciado como una trampa inducida por la policía, por «facilitar una operación de cocaína entre dos desconocidos; uno de ellos, inspector disfrazado de gánster, y el otro, un marsellés que conocí dos minutos antes de ser detenido» («con inspectores llevando muchos millones de pesetas en metálico, revólveres y jeringuillas de yonki»). (6)
“Tengo que dar las gracias al Estado español por condenarme a prisión por tráfico de drogas. Si no llega a ser por aquellos años nunca hubiera terminado la «Historia general de las drogas», contaba hace pocos años en una charla en Madrid. «Obré como lo hice -sea ello delito o no- en defensa de mi integridad -y la de mis hijos», ha dejado claro desde el principio.
En la obra que le otorga autoridad mundial en el tema de drogas, Escohotado documenta cómo la técnica de «entrapment» (de inducir al delito cometiendo otro) ha servido al estamento policial para disputarle el monopolio sobre los psicofármacos más demandados al estamento terapéutico. Al mismo ritmo que médicos y farmacéuticos eran detenidos por agentes que se hacían pasar por enfermos necesitados de droga, «surge y se consolida un nuevo criminal, que carece de formación toxicológica y vive de traficar «con polvos»».
«Ahora son incomparablemente más caros e impuros, y los administra un hampa que va del lumpenproletario y el proxeneta a capitostes de negocios turbios, con espionaje y tráfico de armas de por medio».
Enlaces:
Cuenta de Twitter Frank Cuesta.
Firma de todo aquel que quiera sumarse a la causa de #FREEYUYEE.
(1) Revilla apela a Margallo para resolver la situación de la mujer de Frank de la Jungla
(2) La denuncia del tráfico ilegal de animales en Frank de la Jungla lleva a Yuyee a prisión
(3) ‘Showarmas’, drogas y trampas
(4) Procesan a 15 Mossos de Girona por ‘provocar’ actos de tráfico de drogas
(5) La Generalitat paga 90.000 euros por la fianza impuesta a 15 ‘mossos’
(6) La droga, la policía y la trampa
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