L@M/ «He estado envuelto de alguna forma con personajes de alto rango en España o fuera de fronteras, fuese de política, periodística, policial, financiera, jurídica o empresarial, mientras he estado bajo los mandatos de diferentes gobiernos en los veinte años que duró el estatus de protegido, y algo más de 15 como infiltrado de algunos departamentos del Estado, y digo Estado y no Gobierno», responde Ricardo Portabales a quienes le preguntan por qué no hace declaraciones periodísticas.
Si alguien quiere saber más, «quien podría contar las maniobras de todo ello, solo lo podrían hacer aquellos que maquinaron tales hechos desde las entidades judiciales y de una parte del poder de la Seguridad del Estado», subraya (1).
El periodismo tiene “las manos atadas”
Ricardo Portabales relata su mala experiencia con la prensa. Los medios no difunden lo que él les transmite, se encuentra con resistencias: “yo tengo que comer y no quiero salir de mi casa o ir a trabajar pensando si me darán un tiro, lo siento Portabales, no creo que esto alguien pueda publicarlo tal y como lo cuentas tú, esto es de locos”, le justifican por una parte.
«Porta no me pidas eso, cómo yo voy a contar todo eso, no puedo, sabes que fui uno de los que ensalcé tu versión y la de Baltasar Garzón y Javier Zaragoza, el tema es tentador, pero en este caso tengo las manos atadas, no puedo amigo», se excusa «un cargo como demasiado importante en uno de los medios de comunicación con más poder en España» a quien considera amigo. Eso fue en el año 2007, cuando declara Portabales que quiso «destapar todo y contar la verdad».
«Desde ese instante, dejé de responder a llamadas periodísticas y puedo decir que no fueron pocas», concluye la cuestión, dejando abierta otra, distinguiendo a las instituciones de las personas que las representan. Es una cosa de Estado y no de Gobierno, destaca.
«Digo Estado y no Gobierno»
Pide disculpas a los partidos políticos PP y PSOE (PPSOE), los mismos que se pusieron de acuerdo para modificar la Constitución para que la deuda ilegítima tuviera prioridad sobre las necesidades de las personas (siguiendo la lógica de la prohibición -2-) y a las Fuerzas de Seguridad del Estado, esas que detienen, apalean y sacan los ojos a quienes no rompen un cristal mientras se van de rositas los supuestos comandos itinerantes, porque «se les haya acusado y difamado de lo sucedido con estos hechos» (los del caso Nécora).
Ricardo Portabales apunta que «no fueron estas instituciones, sino personas que en esos momentos ocuparon cargos políticos y policiales de alto rango, y algunos de estos cargos tomaron decisiones de chantaje, ´si tú me das esto, yo te mejoro la situación y te dejo estar como estás`.»
La realidad, sin embargo, es que las instituciones no pueden agradecer la distinción, como tampoco pueden chantajear, ni reir ni llorar ni ir a prisión. Son las personas que representan esas instituciones quienes pueden agradecer que se libere a la marca de su relación con el tráfico de drogas, aunque lo tienen difícil si unos se dejan fotografiar en embarcaciones y buques de personas que se dedican a ello (3) y otros se dejan grabar ofreciendo seguridad para cruzar el escáner de la aduana con un trailer cargado de hachís a cambio de un millón de euros (4).
Por otra parte, aquello de «digo Estado y no Gobierno» resulta un tanto inquietante si pensamos que los ciudadanos votan cada cuatro años para que el Gobierno maneje las cuestiones de Estado y el Palamento las discuta. Está asumido que la voluntad del votante importe un carajo. Lo que no queda claro es que alguien pueda manejar el Estado sin que el Gobierno toque sobres con billetes de quinientos. Y en todo caso siempre sería secreto, secreto de Estado.
Estado profundo
Peter Dale Scott, autor de La Máquina de Guerra Americana, definió la política profunda como «el conjunto de prácticas y de disposiciones políticas, intencionales o no, habitualmente criticadas o no mencionadas en el discurso público, además de no reconocidas». «Se refiere a un gobierno paralelo secreto, organizado por los aparatos militares y de inteligencia, financiado por la droga, que se implica en acciones de violencia de carácter ilícito para proteger el estatus y los intereses del ejército de las amenazas que representan los intelectuales, los religiosos y, en ocasiones, el gobierno constitucional» (5).
Según Scott, en 1996 hubo que acuñar la expresión «Estado profundo» con motivo del»accidente de un auto Mercedes que rodaba a toda velocidad y cuyos pasajeros eran un miembro del parlamento, una reina de belleza, un importante capitán de la policía local y el principal traficante de droga de Turquía, quien dirigía además una organización paramilitar –los Lobos Grises– que asesinaba gente. Se hizo entonces evidente que existía en Turquía una relación secreta entre la policía –que oficialmente estaba buscando al hombre que se encontraba en aquel auto con un jefe de la policía– y aquellos individuos que cometían crímenes en nombre del Estado».
Imperio subterráneo
Antes, en 1987, J. Mills había publicado El Imperio Subterráneo, en el cual describe un entramado con ramificaciones que alcanzan a los gobiernos de más de treinta países, cuyos primeros indicios surgen con la muerte de un banquero australiano, F. Nugan, copropietario de una institución con sucursales en los cinco continentes. El asunto lo estudió Kwitny, corresponsal del Wall Street Journal, quien también estrenó libro en 1987, The Crimes of Patriots: A True Tale of Dope, Dirty Money and the CIA .
Según Antonio Escohotado, este análisis es el equivalente del trabajo de Mills, del cual opina que «representa el manifiesto de los halcones en la materia y puede, en consecuencia, considerarse completamente veraz por lo que respecta a sus valores y procedimientos».
La obra contiene una rica variedad de colaboradores, que «abarcan desde simples contrabandista chantajeados a expertos en carnicería humana». Mills cita «un informe de la DEA y la CIA, coordinado por el Consejo de Seguridad Nacional, en el cual se admite que muchas veces los beneficios del tráfico de drogas se emplean para lograr el control de bancos y otras entidades de crédito, para financiar a «importantes grupos políticos», para enriquecer a «personalidades políticas influyentes», y para sostener grupos paramilitares en el Sudeste Asiático e «insurgencias» en Latinoamérica» (6).
Resulta entonces, con los datos previos, que sí hay un Estado que mangonea al Gobierno, PP y PSOE (PPSOE), a través de las personas que lo representan. Y ese Estado es extranjero. Presuntamente, estaría en condiciones de chantajear al presidente de Gobierno, sea Rajoy, Zapatero, Aznar, González, Calvo-Sotelo, Suárez o al mismísimo Franco aunque fuera generalísimo: «si tú me das esto, yo te mejoro la situación y te dejo estar como estás».
«Al fin he ganado la guerra»
El 26 de septiembre de 1953 se firmaron tres acuerdos bilaterales entre España y los EEUU que al Caudillo le aportaban reconocimiento después de que la Asamblea General de la ONU decidiera el aislamiento de España y retirara los representantes diplomáticos acreditados en Madrid en diciembre de 1946.
En las negociaciones previas, según publicaba el New York Times del día 31 de agosto de 1951, Franco pedía como contrapartida un préstamo para ayuda militar, que no hubiera interferencia en los asuntos internos españoles y que, en caso de guerra, cualquier ejército occidental que se retirara a territorio español quedara de inmediato bajo mando estadounidense o español.
Aún decía más el diario americano: «si seguimos adelante con estas negociaciones, estaremos ayudando a perpetuar a Franco en el poder mientras viva y le interese permanecer como dictador de España. Esa será nuestra responsabilidad ante la historia».
«¿Podríamos con nuestros propios medios, sin colaboración exterior, asegurar a nuestra nación contra la agresión comunista?, se pregunta Franco en las Cortes el día de la rúbrica de la alianza. Y se responde a sí mismo: «Al fin he ganado la guerra».
EEUU quedó autorizada por los tres acuerdos para establecer bases militares aéreas y navales, supuestamente de utilización conjunta bajo el mando y la soberanía española. Entre 1953 y 1959, se instalan tres bases aéreas, Sanjurjo-Valenzuela en Zaragoza, Torrejón de Ardoz en Madrid y Morón de la Frontera en Sevilla; además de una base aeronaval en Rota, Cádiz, aparte de la posibilidad con que cuentan de usar otros aeropuertos, como el caso del de Reus (7). Desde entonces, la CIA tiene abierta la puerta de par en par para campar a sus anchas en territorio nacional .
Las cloacas. “Ese dinero no salía de los presupuestos”
Los servicios de información del ejército español llegan a trabajar a dos bandas, por las mañanas para la patria y por las tardes para los servicios estadounidenses. «Allí trabajábamos hasta las tres de la tarde. El horario normal del Ejército entonces”, relata el general Manuel Fernández Monzón.
“La tarea extra de las tardes nos la pagaba la CIA. Tampoco hacíamos mucho, pero a ellos les interesaba tenernos como colaboradores. Cada mes aparecía el señor Lee con el dinero en un maletín y nos pagaba abiertamente. Ya en aquella época estaban conectados todos los servicios de inteligencia de Europa Occidental, mucho antes de que existiera la Unión Europea. Eso no es nuevo de ahora. Teníamos contacto con el servicio alemán, inglés, francés…», reconoce quien fuera de joven capitán del SECED tras sus inicios en inteligencia.
En el libro de Antonio Díaz Fernández, Los servicios de inteligencia españoles. Desde la guerra civil hasta el 11-M (8), hay más detalles: “Los miembros del grupo de San Martín percibían una gratificación que oscilaba entre las 5.000 y las 25.000 pesetas. Este considerable sobresueldo venía justificado por su dedicación y disponibilidad horaria, siendo posiblemente la CIA estadounidense la que sugirió la necesidad de mantener su invulnerabilidad frente a las corrupciones y penetraciones de otros servicios extranjeros, excepto las suyas, claro”.
El SECED se crea en marzo de 1972, su primer jefe fue el coronel José Ignacio San Martín, absorbió a la OCN (Organización Contrasubversiva Nacional) y se estructuró en distintos departamentos dedicados a perseguir insurgencias varias: la universitaria, la sindical, la de la Iglesia… La organización también practicaba el cobro de sobresueldos, a nadie le parecía mal.
“El SECED, con la transición y mediante la fusión con la Tercera Sección de Información del Alto Estado Mayor, pasa a llamarse en 1977 el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID)”, según wikipedia.
Alberto Perote, responsable de los comandos operativos bajo el mandato socialista, declara que se sorprende de la tutela oficiosa con la que se encuentra al llegar: “Oficialmente dependíamos del CESID, pero en realidad, nuestros patrones eran los jefes de Estación de la CIA. Ellos eran los que pagaban la sede de Menéndez Pelayo y también nuestras gratificaciones, en calidad de fondos reservados. Ese dinero no salía de los presupuestos. Yo cobraba un plus de los norteamericanos y, al principio, ni siquiera sabía que me lo daban ellos. Nos entregaban un sobre a fin de mes. Eso estaba institucionalizado en el servicio, se veía como algo normal. Y el que paga manda”.
(1) Portabales, peón de usar y tirar
(2) La lógica de la prohibición
(3) Datos que vinculan al PP con el narcotráfico
(4) “Diario de…”.
(5) Entrevista a Peter Dale Scott.
(6) Antonio Escohotado, Historia de las Drogas, Alianza Editorial, Madrid, 1989.
(7) Eduardo Chamorro e Ignacio Fontes, Las bases norteamericanas en España, Euros, Barcelona, 1976.
(8) Antonio Díaz Fernández, Los servicios de inteligencia españoles. Desde la guerra civil hasta el 11-M, Alianza, Madrid, 2005.
(9) Alfredo Grimaldos, La CIA en España, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.
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